Contabilidad medioambiental

LAS DIFERENTES VARAS de medir la creación de riqueza, así como la entrada en funcionamiento de las Normas internacionales Contables, y los tristes casos de ingeniería financiera de la historia reciente –en el mundo occidental- hacen plantearnos la pregunta de si realmente estamos creando riqueza con nuestro trabajo o cabría la posibilidad de que en realidad nuestro progreso esté fundamentado en una explotación no sostenible de los recursos.

En este artículo voy a dar mi opinión sobre el tema, y espero convencer al lector, de que la respuesta a esta pregunta no es el sí tan rotundo como nuestros economistas proclaman.

La Nueva Contabilidad

Desde luego, nadie, ni el más ciego y fanático de los hombres puede negar que una buena parte de nuestro progreso se debe, sin duda, al consumo de recursos naturales.

La teoría económica ha ido refinando, con el paso de los años, una serie de instrumentos cada vez más enfocados y más afinados para medir y alentar la creación de riqueza. La cadena de valor, el sistema de costes ABC, el Seis Sigma. Nombres rimbombantes que esconden un intento de desmenuzar las fuerzas, procesos y materiales que intervienen en el proceso económico.

Las escuelas de negocio, los foros económicos, las revistas y periódicos especializados, las conferencias y libros sobre el tema se llenan la boca con ellos, pretendiendo descubrir en un nuevo concepto la piedra filosofal que hará a las empresas descubrir o crear el nuevo “El dorado”.

Cualquiera que estudie someramente el tema, no en profundidad, sino así, de pasada, notará un inmenso vacío en todos los procesos estudiados por los expertos. Se estudia el área de Recursos Humanos, la financiera, la de producción, ingeniería, aprovisionamientos, estrategia, competencias fundamentales, barreras de entrada, sectores económicos… Sin embargo, no parece existir un sistema serio, práctico y eficiente que permita analizar el impacto medioambiental y social de una empresa.

Existen algunos principios que lo hace a nivel macroeconómico, esto es, grandes efectos de la contaminación, la tala y explotación de bosques y minas. Pero a nivel macroeconómico, la mayor parte de los impactos medioambientales y sociales pasan de largo por nuestras contabilidades. Como fantasmas de seres muertos.

Esto lo ha puesto más en evidencia la aplicación en algunos países del Protocolo de Kyoto (que no han aceptado ni sancionado todos los países desarrollados, un crimen moral que pasará factura a quienes lo han cometido en los anales de la Historia, que no olvida, ni se rescribe más allá de unas pocas décadas). Las empresas de los países que lo han ratificado y aplicado están ahora sufriendo un incremento de sus costes que les ha llevado a elevar protestas públicas por ello. Es ahora cuando deben pagar siempre que sobrepasen las cuotas establecidas para ellas, comprando derechos de emisión.

La indignación debería surgir más en sentido contrario, pues este hecho pone de manifiesto que estas empresas y los consumidores han estado consumiendo un recurso de todos (aire limpio). Este coste encubierto, que no ha sido reflejado hasta ahora en su contabilidad supone que la riqueza que se suponía que habían creado se reduzca de manera considerable.

Para hacernos una idea, imaginemos que todas las empresas repercuten en sus costes el impacto positivo o negativo que tienen en el medio o en la sociedad. Petroleras que destruyen paraísos naturales, el vertido en el parque de Doñana, contaminación de los ríos y los mares, la extinción completa de una especie animal. Pero vayamos un poco más allá, miramos más cerca para ello. Y el estrés laboral causado por malas prácticas empresariales, los problemas familiares generados, ¿no es un daño que la empresa produce a la sociedad y que impedirá a ésta contar con un miembro valioso de la comunidad, y al mismo tiempo a soportar unos costes médicos?

Por el lado contrario, también ha empresas que apoyan realmente la vida privada de sus empleados, invierten en medioambiente de una forma más efectiva que una mera campaña de marketing, etc. El problema queda así delimitado y reconocemos la magnitud del problema al que nos enfrentamos.

Al igual que para la redacción de las Normas Internacionales Contables (NIC) se han requerido miles de expertos, y el trabajo de años, décadas incluso, la redacción de esta Normativa de Contabilidad Ambiental y Social (NCAS) llevará muchas décadas, el trabajo de ingentes cantidades de contables analíticos, expertos en costes, financieros, etc.

La única pega, es que si bien la nuevas normas contables han ido redactadas espontáneamente con el fin de proteger los intereses de los grandes inversores, el estudio del impacto medioambiental conlleva un rechazo implícito por parte de los mismos que deben redactarlas e implantarlas, pues supondrá quitarnos las vendas que nos hemos impuesto. Y conocer, de verdad, de una vez por todas, la verdad sobre nuestra sociedad y hacia dónde vamos.~