Comprobaciones de realidad
«Pero el acto de escribir va más allá de unir dos realidades distintas, ya que la codificación de un sueño en palabras implica una acción deliberada. En otras palabras, es un sueño dirigido. Un sueño lúcido.»
¿SE PUEDE MORIR en un sueño?
Esta sencilla pregunta, que oí casualmente un día de 2010 durante una cena con amigos, quedó implantada en mi subconsciente como un meme. No me percaté de esta incursión furtiva hasta días después, cuando recordé que la pregunta había quedado sin respuesta. Así que me di a la tarea de intentar responderla, escribiendo una novela.
Sé que a muchos les parece un sinsentido que alguien se tome la molestia de escribir una novela sólo para obtener la respuesta a una pregunta que puede ser contestada por otros medios más expeditos, pero tenía mis razones para hacerlo así: me interesaban mucho los sueños, y el acto de escribir es, en esencia, un sueño dirigido.
Mi interés por los sueños empezó a una edad temprana, ya que desde siempre he tendido a soñar despierto. El fantasear forma parte de mi personalidad (por fortuna he conservado la consciencia de la diferencia entre ambos mundos —el real y el onírico— por lo que puedo pasar de uno a otro sin que mi psique se vea alterada). El mundo que me rodea está plagado de asombros, pero hay algo en mí que me hace sublimar esos asombros y crear con ello una realidad alterna, que me acompaña como una sombra en mi vida cotidiana.
Es por ello que comencé a escribir. De alguna manera descubrí que esa realidad alterna podía ser codificada en palabras y que la literatura y los sueños son una misma cosa.
Quien lo dude no tiene más que recordar que Sigmund Freud, el neurólogo austríaco, fundador del psicoanálisis y que tanto ahondó en los sueños, nominado durante doce años para el Nobel de Medicina o de fisiología que nunca ganó, fue nominado por Romain Rolland (premio Nobel de literatura en 1915) al Premio Nobel de Literatura en 1936.
Ese año ganó dicho premio Eugene O’Neill, pero el hecho de que un escritor como Rolland lo nominara en esa categoría demuestra que Sigmund Freud era un artista antes que un científico. Su obra ha tenido un gran impacto en generaciones de escritores que han descubierto —como en mi caso— esa cualidad unificadora entre la literatura y los sueños.
Pero el acto de escribir va más allá de unir dos realidades distintas, ya que la codificación de un sueño en palabras implica una acción deliberada. En otras palabras, es un sueño dirigido. Un sueño lúcido.
Con esto en mente me di a la tarea de investigar todo lo posible acerca de este tipo de sueño, en el que el soñador es consciente del acto de soñar y puede aprovechar ese estado de «lucidez» para controlarlo. Sentía que ahí estaba la clave para responder a esa pregunta que empezaba a obsesionarme.
Ya antes había tenido un contacto superficial con el tema del sueño lúcido, derivado de una experiencia espontánea de sueño lúcido que experimenté. En esa ocasión fui consciente de que soñaba, pero no hice nada para controlar mi sueño. Aun así, mi escepticismo pudo más que mi experiencia lúcida y no me interesé en seguir profundizando en el tema, por lo que me conformé con leer un par de artículos que no cambiaron en nada mi concepción anterior.
Pero esta vez fue diferente. Ahora encontré toda una subcultura de adeptos al sueño lúcido, para los que este tipo de experiencia onírica formaba parte de su cotidiana realidad: técnicas de inducción al sueño lúcido, diarios de sueños, aparatos, foros de discusión, testimonios del poder de la lucidez, toda una parafernalia al servicio del control de los sueños.
Así que decidí utilizar el sueño lúcido como la base de mi novela.
Sin embargo, por sí mismo el sueño lúcido no responde a la pregunta de si es posible morir en un sueño. Había que ir más allá e intentar borrar la frontera que divide a la realidad de los sueños, llevar al lector hasta un punto en el que no supiera si lo que leía ocurría en la realidad o en un sueño, a fin de encontrar la verdad.
Acostumbro caminar cuando me aboco a un proceso creativo. Después de varios paseos la historia comenzó a tomar forma y esbocé los primeros capítulos de la novela. Por el ritmo y la estructura supe que tenía en mis manos una historia del género de suspenso policíaco. La pregunta que deseaba responder exigía la resolución de un crimen.
Cuatro meses más tarde por fin tuve una respuesta, contenida entre las páginas de Entre el espejo (Comprobaciones de realidad)*. En el proceso de escribirla aprendí mucho, no sólo de los sueños, sino de aquello que llamamos realidad. Aprendí que, más que antagónicos, ambos conceptos se complementan y dan sentido a ese aparente laberinto por el cual transcurre nuestra existencia; aprendí que, bajo determinadas circunstancias, la frontera que separa a la realidad del sueño se desvanece y se hacen necesarias las comprobaciones de realidad, a fin de saber si soñamos o estamos despiertos.
La realidad es frágil. Somos lo que soñamos.~
* Booktrailer: https://www.youtube.com/watch?v=Fx2_4hrY1rM
Interesante, de casualidad, ¿no has leído Crónica del pájaro que da cuerda al mundo, de Haruki Murakami? Toca muchas cosas sobre sueños interesantes, aunque no sean el tema central.
Sergio, ese libro de Haruki Murakami fue el primero que leí de él. No sé qué me llamó la atención, si su extensión (me gustan las historias largas), el nombre o el simple hecho de leer a un escritor para entonces desconocido para mí.
Murakami se ha convertido en uno de mis autores favoritos y todas sus historias están muy relacionadas con los temas de los sueños y fantasmas.
Yo no creo en los fantasmas, pero en los sueños…
Saludos.