Científicamente comprobado: con placebo todo sabe mejor
En la década de 1970 la percepción pública de la ciencia y la tecnología era negativa, pues la resaca jipi las hizo ver como los villanos que destruirían al mundo; en cambio ahora se cree que son el medio para resolver prácticamente todo, y el ampararse bajo su sombra es una herramienta de marketing poderosa, una licencia indefinida para vender u obtener casi cualquier cosa, incluso tajadas políticas.
Cuando el Jefe de Gobierno de la ciudad de México inauguró una clínica de medicina “integrativa” (*), aclaró que los 22 millones de pesos invertidos estaban destinados al fomento de prácticas que “concentran experiencias documentadas y validadas por la ciencia médica actual”, tales como –según él y la Secretaría de Salud de la capital–, la homeopatía, fitoterapia y acupuntura. Por supuesto muchos de los experimentos que refiere, si es que los conoce, aun deben ser motivo de controversia entre la comunidad médica, quizá no siguieron adecuadamente un protocolo formal de investigación, o en algunos casos la metodología que llevaron a cabo es la misma que la utilizada por Shaquille O’Neal para demostrar cómo una pulsera es capaz de dirigir la energía natural del cuerpo para mejorar el desempeño deportivo [1].
Esta última mención es una generalización arbitraria, pero sirve para reflexionar que en materia de salud la amplia gama de aparatos y terapias ‘alternativos’ cobijados por la etiqueta ‘científicamente comprobado’ viven su mejor momento, y han llegado para quedarse, desde píldoras reductoras de grasa anunciadas con burdos infomerciales hasta seminarios realizados en el Hospital Nacional Homeopático [2] de la Secretaría de Salud federal (incluso en el Instituto Politécnico Nacional [un importante centro de educación superior en México] se imparte la carrera de Médico Cirujano y Homeópata, especialidad que ha sido desafiada por la comunidad científica británica [3]). A estas alturas del partido resulta imposible hacer que la gente piense seriamente sobre los riesgos implícitos de las pseudociencias en esta área, especialmente por su feroz popularidad y la cantidad de dinero que mueven –esos millones de pesos mencionados al inicio del texto pudieron destinarse a otros rubros, como la mejora de la infraestructura y servicios hospitalarios de emergencia por ejemplo–.
Quizá uno de los aspectos más interesantes del tema es que la aparente efectividad de estas técnicas podría residir en el efecto placebo –palabra latina que significa “yo complaceré”–, la acción psico-fisiológica provocada tan solo por la firme creencia del paciente en las supuestas bondades de cualquier intervención médica. Aquí es necesario aclarar que un placebo terapéutico podría eliminar la dolencia, pero no la enfermedad, y este resulta más efectivo “en enfermedades con síntomas relativamente leves, y en las que los componentes psicológicos o psicosomáticos son más relevantes” en contraste con las enfermedades crónicas o degenerativas. En este sentido se afirma que la historia de la medicina es también la historia de los placebos.
Convertido en otra de las grandes paradojas de la investigación científica moderna, al indagar sobre este peculiar fenómeno se menciona incluso que existen médicos cuya sola presencia es capaz de aliviar, es decir cuentan con una “personalidad placebo”. De esta forma su efectividad es resultado del prestigio o autoridad del que están investidos, o su “actitud positiva frente a la enfermedad”, entre otras variantes que causan una fuerte impresión en el paciente, quien deposita toda su confianza no solo en la persona, sino en su método, cualquiera que este sea. De ahí que se especule que muchos médicos basen parte de su éxito en ese ingrediente, y su consultorio se vea atestado de pacientes que aguardan horas para ser atendidos.
Ahora, cada quién es responsable de su propia salud y es libre de elegir el método que mejor le convenza para recuperarla en caso de enfermedad. Aunque no dudo en el interés de poner al alcance servicios de salud gratuitos a la población, usar el pretexto de la validez científica para justificarlo suena a argumento barato de venta, otro caso que ejemplifica las ‘políticas placebo’ a las que se han acostumbrado los mexicanos. En todo caso, quisiera saber cómo hubieran combatido las complicaciones de la influenza porcina de 2009 con homeopatía o herbolaria. Es pregunta.
(*) Conocida como “Medicina tradicional, complementaria y alternativa” por la OMS y definida por esta como “un concepto amorfo que abarca toda una gama de prácticas ancestrales y aún en evolución basadas en diversas creencias y teorías” cuyos servicios “aún no se incorporan al sistema médico internacional establecido, aun cuando sean ampliamente usados en el nivel nacional”, cuyos beneficios a la salud “no han sido hasta ahora valorados seriamente, en formas que se acepten universalmente como basadas en evidencia”. La OMS “no recomienda esas prácticas, pero está colaborando con los países en el fomento de un planteamiento basado en la evidencia para elucidar los cuestiones relativas a la seguridad, eficacia y calidad”. [4 y 5]~
Referencias:
[1] http://www.youtube.com/watch?v=1fCekexSFFg
[2] http://www.hnh.salud.gob.mx
[3] http://www.sld.cu/galerias/pdf/sitios/revsalud/are_the_clinical-effects-of-homoeopathy_placebo-effects.pdf
[4] http://www.who.int/features/qa/20/es/index.html
[5] Fundamentos del Sistema de Cuentas de Salud, OMS, 2010. http://www.who.int/nha/sha_revision/input_documents/sha2part1sp.pdf
Fuentes:
[1] Principios de Farmacología Clínica. Bases científicas de la utilización de medicamentos. Josep-Eladi Baños y Magí Farré. 2002.
[2] OMS Medicina Tradicional http://www.who.int/topics/traditional_medicine/es/
[3] Are the clinical effects of homoeopathy placebo effects? Comparative study of placebo-controlled trials of homoeopathy and allopathy. Aijing Shang, et al. Lancet 2005; 366: 726–32
[4] http://www.sld.cu/galerias/pdf/sitios/revsalud/are_the_clinical-effects-of-homoeopathy_placebo-effects.pdf
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