Brevísima historia del tiempo
ESTO COMIENZA CON un hecho de tipo científico, tal y como han comenzado la mayoría de cosas divertidas de mi vida durante los últimos meses. Una afirmación de tipo cognoscitivo: en el olvido no hay pérdida, no hay desaparición, ninguna de nuestras ideas se hace completamente inexistente nunca, ¿qué tan grande es el almacén cerebral de la memoria a largo plazo? Los científicos ni siquiera lo saben, entonces dicen que nuestra capacidad es infinita. Quizá hoy un neurocirujano pueda aparecer a medianoche en tu habitación para abrir un agujero en tu cráneo y estimular alguna parte de tu cerebro con un pequeño aparato de choques eléctricos que despida algún número irascible de milivoltios, y en cuanto lo haga seguro lograrás conectar de nuevo alguna idea con uno de los viejos recuerdos que creías perdidos, todo volverá a ti. Sin embargo es muy poco probable que algún neurocirujano entre una de estas noches en mi habitación y logre llevar a cabo el procedimiento, sobre todo porque siempre pongo doble seguro en la puerta.
Esto comenzó con un hecho científico simplemente porque ese hecho explica algo importante: siempre queremos recordar. Recordar es nuestra forma de aproximarnos a los demás, es nuestra forma de comprender que existen ciertas cosas que no hemos visto nunca de cerca y otras que sí. Recordar es una manera segura de entender el tiempo y el espacio en el que todo ocurre, una manera de darle forma a las cosas que pasan dentro de ti.
Si no tengo un recuerdo lo intentaré, pero si no tengo ganas de inventarlo recurriré a las cosas que amo para ir hasta él. Un suceso puede hacer que recuerdes otros, las experiencias no necesariamente deben ser propias. Muchas de las cosas que amo son las cosas que leo, pero eso no puedo justificarlo lógicamente porque sería un asunto circular y estúpido, leo las cosas que amo y puede ser que mantenga una relación enfermiza con algunos entes inmateriales como páginas web, galerías fotográficas, hojas de papel e ilustraciones de portadas y contraportadas. Todo aquello se convierte en una enorme masa informe de cosas que pueden ser adoradas, odiadas y amadas. Debo todo lo que sé de jardinería a aquel poema en el que Oscar García Sierra dice que se siente como una planta de plástico, y puedo decir que entendí un poco más de esta época de mi vida cuando noté que no era la misma de Jesús Carmona en un poema llamado «expreso» donde dice «Estoy en una época de mi vida/ en donde invierto muchas horas/ viendo los discursos de aceptación/ que dan los famosos cuando entran/ al salón de la fama o reciben un premio». Algunas veces me siento como un reptil que no puede leer «Depresión Decente» de Augusto Sonrics, pero que a pesar de todo fue saludado por él, como la página 21 de su libro. Cuando leí en «Post Coño» ese texto donde Gabby Bess habla de Tracy Emin, comprendí que a veces hay una barrera entre las cosas que puedes hacer y la manera en la que los otros pueden verlas, y que esta barrera algunas veces puede tener final y otras veces no. Desde hace algunos meses soy incapaz de hablar sobre cualquier cosa que no me haya tocado profundamente, ésto me ha tocado profundamente.
[pullquote]La tranquilidad de saber que no se trata de la esquizofrenia sino que aquella voz era más bien una voz generacional, un sitio en común en el que te podías reunir para hablar con tus amigos[/pullquote]
Ha pasado algo más de un año desde que Didier Castro, Kevin Castro y Luna Miguel crearon un grupo en facebook cuyo nombre salió de un poema de Roberto Bolaño, que para desgracia de muchos ha sido leído muchas más veces de las que hubieran deseado. Todo ha trascendido, un sitio en la web en el fondo representa mucho más que un código binario. Cuando comencé a formar parte de este grupo, lo primero que sentí fue algo como la tranquilidad de no estar abandonada, la confirmación de que mi pensamiento a pesar de ser único no estaba solo, que ciertas cosas que yo lograba ver eran vistas por otros, algunas personas a quienes yo no conocía de nada y que ni siquiera estaban en el mismo país en el que yo estaba, una comprensión silenciosa que constituía y constituye todavía la tranquilidad de saber que no se trata de la esquizofrenia sino que aquella voz era más bien una voz generacional, un sitio en común en el que te podías reunir para hablar con tus amigos. Lo ideal sería que pudiera decir aquí un par de cosas acerca de un fenómeno literario y el impacto que tuvo o tiene sobre la idea de libro y literatura, lo ideal sería que hablara acerca de lo que se formó a partir de esto, e inclusive lo que ya estaba prescrito cuando todo esto inició, lo que me remitiría posiblemente a la Alt Lit estadounidense, y si estuviera ahí probablemente nombraría a un par de autores que he podido leer y que me gustan, diría algo sobre Noah Cicero, Gabby Bess, o Jordan Castro. Pero no creo que nada de esto se tratara solamente de un movimiento literario, siempre me gustó el minimalismo pero no en igual medida el reduccionismo. No diré esto como alguien que escribe o trata de hacerlo o quiera hacerlo, diré esto como alguien que lee, y trata de hacerlo y quiere hacerlo. Diré esto como una lectora que leyó de un solo tirón «Vida de Provincias» de María Yuste y a quien le pareció demasiado divertido un relato de Ricardo Limassol sobre un cuarteto de cuerdas, diré esto como una persona que leyó un poema de Caterina Scicchitano que decía «mira como lo que me lastima es algo que vos construiste para introducirme un pequeño acto que se llama ‘tengo control sobre lo que quiero», y se sintió lastimada. Lo que la Alt Lit (entendida como un fragmento de la literatura contemporánea escrita mayormente por personas jóvenes, capaces de difundir una idea en internet sin tener demasiado miedo) ofrece a una lectora como yo, no es un problema teórico sobre el canon y el costo-beneficio, no es el arte hecho un negocio inteligente, es una conexión, una conexión con los otros, una conexión fácil de digerir, una conexión con las cosas que han movido el mundo durante la última década, una conexión no limitante, una conexión dulce, una conexión inteligente con el otro, la posibilidad de encontrar algo fascinante de fácil acceso y con la posibilidad de ser compartido sin el mayor inconveniente, una conexión con alguna otra interpretación del mundo que en el fondo construye la propia, un nuevo recuerdo.
Esta es una generación de artistas capacitados para hablar del dolor y el propio pensamiento tanto como lo hicieron las otras generaciones, pero con la ligera ventaja de lograr hacerlo en tiempo real. No se trata de cuántas veces puede alguien poner la palabra internet en uno de esos poemas, y luego reemplazarla por la palabra luz, y después editar sobre la marcha y cambiarlo todo por la palabra ballena y arrepentirse de ello dejando como última posibilidad comunicativa la palabra deconstrucción. Se trata de la capacidad de exponer ante los demás tu propio proceso de ampliación de la conciencia, de moverse dentro-sobre-por-en medio de El Arte y posteriormente acrecentar la memoria colectiva de la humanidad. ¿Se terminará? Por supuesto que lo hará, ¿Será una rápida y furiosa moda literaria? Claro que sí, el promedio de vida de un ser humano es de 70 años que contrastados con los 4470 millones de años ± 1% de existencia de la tierra según wikipedia no significan demasiado, el tiempo es en realidad corto, ¿Todo lo que se dice hoy ya fue dicho antes? Probablemente, pero no estábamos nosotros para decirlo. ¿Los autores de la Alt Lit de habla hispana son demasiado parecidos a los autores de la Alt Lit estadounidense que a su vez son una versión HD de los autores del siglo pasado? Dios nos dejó la tierra por heredad, haremos lo que mejor nos parezca. ¿Desaparecerá? En el olvido no hay pérdida, nada nunca desaparece. Podemos ser ingenuos solamente mientras sepamos que lo somos. ~
Me molesta leer gente fumada