Apocalipsis energético y deporte
Julio Verne es uno de mis escritores favoritos, y sospecho que lo es también de miles de jóvenes tan carrozas como yo. El padre de la ciencia ficción combinó como nadie había hecho hasta entonces las aventuras, la ciencia y ese sentimiento de superación que define a nuestra especie y que quizá sea el motivo de nuestra extinción, habida cuenta de la situación en que tenemos a nuestro planeta.
Además de los méritos visionarios por todos conocidos, Julio Verne predijo en algunas de sus novelas menos difundidas el ascenso en Europa de las dictaduras habidas en el siglo XX, el uso de Internet o el fin —y el renacer— del ser humano. Aunque a decir verdad esto último aún no se ha cumplido, llevamos camino de satisfacer la mente adelantada de este francés eminente.
En la novela corta “El eterno Adán” la crecida del nivel de las aguas marinas arrasa nuestro planeta dejando con vida a una treintena de seres humanos (en realidad Verne hunde los continentes). Esa inundación universal no es futuro sino presente paulatino, y la responsable es nuestra especie humana.
Julio Verne vivió en una época en la que la ciencia y la tecnología aparecían como compañeras imparables. El hombre, como nuevo dueño del planeta, quiso encontrar sus límites. Se generó un culto a la velocidad, el cual encontramos implícito en sus novelas. Sus ingenios mecánicos están concebidos para atravesar océanos, surcar espacios y cruzar territorios en el menor tiempo posible.
Ese culto a la velocidad de los artefactos mecánicos de aquellos tiempos ha perdurado hasta nuestros días, y son legión los aficionados que se dejan arrastrar por su pasión: los llamados deportes de motor, que se reparten entre motonáutica, aviación a motor, motociclismo y automovilismo.
Con la popularización del automóvil —otro hito previsto por Julio Verne—, el aumento de la velocidad en estos artilugios ha sido el motor que ha dinamizado la industria del sector durante todo el siglo pasado, a pesar de las limitaciones de velocidad que encontramos en las carreteras convencionales.
Los políticos supieron ver semejante incongruencia y, aunque tarde, como siempre, se ha prohibido la publicidad en que se hace alusión a la velocidad del vehículo; ahora los fabricantes canalizan sus esfuerzos en mejorar el confort y la seguridad de los coches.
Desde hace poco en los comerciales de automóviles se incide en el bajo consumo del vehículo ofertado, lo que parece apuntar a una toma de conciencia de la industria automovilística —una de las más poderosas de nuestro sistema económico— sobre la importancia del ahorro energético.
Sin embargo, en toda esta toma de conciencia mundial me llama la atención el derroche energético que suponen las competiciones de velocidad en vehículos de tracción mecánica. Consumo de energía que solo induce a seguir gastando más energía absurdamente.
Así, a bote pronto, y sin tener afición a los deportes de motor, he recogido un nutrido ramillete de pruebas deportivas en las que el derroche energético debería ser estudiado y limitado.
Cualquiera tiene ya presente la fórmula uno y las carreras del mundial de motociclismo en sus diferentes cilindradas. Pero recordemos que los pilotos van siendo seleccionados desde muy jóvenes, y asistimos a innumerables carreras de karts y ciclomotores en cada rincón de Europa. Añadamos una competición de reciente creación, el A1 Grand Prix, y otras fórmulas como la 3.000, la F3 o la GP2.
Pero en los circuitos se celebran también pruebas de turismos en múltiples versiones (prácticamente cada marca tiene la suya) y de camiones. Y ya que hablo de los circuitos, deberíamos incluir también el gasto energético extra que hacen los aficionados cuando alquilan estas instalaciones para tener sus propias vivencias.
No olvido el campeonato mundial de ralis, al que hay que sumar el sinfín de pruebas valederas para los campeonatos nacionales y regionales de esta modalidad en los países industrializados. Las subidas de montaña son otra de las especialidades en las que el consumo energético es elevado. Y no olvidemos los autocross, esa disciplina semejante al motocross pero en vehículo de cuatro ruedas.
Aprovecho para recordar los 1.001 campeonatos existentes de motocross, enduro, o trial en sus versiones indoor y outdoor, aunque en esta última especialidad siempre me ha parecido que el gasto energético no se dispara habida cuenta de que la velocidad no es tan determinante como la pericia. Recuerdo ahora que en los circuitos campestres también asistimos a las carreras de 4×4.
En algunos países son muy populares las competiciones de motos sobre hielo y sobre una superficie de cenizas. El lector recordará sin duda esas imágenes en las que los motoristas circulan en permanente derrape por un anillo en el que toman la salida de cuatro en cuatro.
En los USA nos encontramos con modalidades automovilísticas que tienen un seguimiento masivo por parte del aficionado, quien a buen seguro participará en una rueda interminable de modalidades menores con la pretensión de imitar a sus ídolos y, quien sabe, llegar a superarlos.
Me estoy refiriendo a la NASCAR, a la Indy Racing, a la Champ Car, y a todas las series de competiciones de motor a las que ese pueblo es tan aficionado.
Entre ellas, con un consumo de energía especialmente alto, los campeonatos de dragster, esas máquinas que tan sólo están en pista durante cuatro o cinco segundos, y cuyos pilotos soportan una aceleración que nos dejaría groguis a la mayoría de los mortales sin la preparación adecuada.
Añado de paso un cúmulo interminable de exhibiciones y de saltos con esos big-foot cuyas ruedas llegan a ser más altas que un hombre corpulento. Y no voy a obviar los constantes intentos de batir los récords mundiales de velocidad terrestre: en vehículo de cuatro ruedas, en vehículo de dos ruedas y con motor de gasóleo. Estas pruebas tienen lugar en un mítico lago salado con tal extensión de superficie como para garantizar la seguridad del piloto en caso de pérdida del control del vehículo. En la categoría libre se han sobrepasado con creces los mil kilómetros por hora.
La vanidad del hombre, una vez alcanzada esa cota de velocidad, le lleva a intentar batir el récord aunque se computen tan solo unas décimas más. Y no piensen que llegan, corren y se van. El intento de batir el récord es un trabajo de semanas con pruebas y más pruebas. Y de los combustibles empleados en estas pruebas mejor no hablar.
No olvido tampoco las carreras de motonáutica; desde las pruebas de motos acuáticas, en las que existe un reguero de participantes en el concierto mundial, hasta las pruebas reservadas a millonarios con máquinas tan potentes que prácticamente están más tiempo en el aire que tocando el agua.
Ni tampoco olvido pruebas aéreas como la que patrocina con insistencia la bebida que te da alas. Además de esta prueba de habilidad aérea existen carreras de avionetas al uso, es decir, ver quien llega antes desde un punto dado hasta otro separados la distancia conveniente como para que una carrera en los cielos tenga sentido.
Si tenemos en cuenta que los vehículos de competición no funcionan con la gasolina que nos despachan en el surtidor más cercano, nos haremos una idea aproximada de la energía inútil que en aras del deporte se derrocha año tras año. El consumo energético no solo ocurre los días de competición; pensemos también en los entrenamientos y en las pruebas de prototipos que tienen lugar durante todo el año.
¿Con qué fuerza moral pueden los Ministerios de Industria o de Medio Ambiente y las instituciones internacionales recomendarnos moderar nuestro gasto energético diario como usuarios de a pie cuando los gobiernos permiten todas estas pruebas deportivas, e incluso las auspician, y aplauden a los campeones?
Porque, repito, todo este derroche energético en el mundo del deporte solo produce más consumo inútil de energía. ¿Debería sonar la hora de los deportes de motor? Tal vez el futuro del planeta agradecería que el mundo del deporte fuera más consciente del medio ambiente en el que surgió.
(Artículo escrito para el Blog Action Day —15.10.2007—, que este año versaba sobre el medio ambiente).
Dirección para comentarios (plataforma antigua): http://www.agujadebitacora.com/2007/10/apocalipsis-energetico#dejacomentario
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