Mi método es escribir… mirando al mar

Este mes vozed nos pide que le revelemos nuestro secreto más valioso, el que tenemos más oculto, incluso, a nosotros mismos. ¿Cómo hacemos para escribir? Mejor dicho, cómo hacemos para crear, para encontrar la manera de decir lo que tenemos que decir, cuando lo tenemos (el qué decir, porque por ahí se empieza), de manera que atrape al otro, que se entienda, que lo “siente” junto a uno y se identifique con lo que decimos.

Ahora escribo con ventaja. Escribo sentado en la arena, escuchando el romper cansino de las olas a las orillas de una Mar del Plata que va creciendo en el horizonte, hasta terminar, hermosa y feliz, en el Cabo Corrientes. Eso ayuda, seguro que sí, pero es complicado venir hasta aquí cada vez que empezamos una nota, un artículo, una historia.

Tengo lápiz y papel. Todavía los uso. Me gusta. Creo en ellos; a pesar del fastidio de saber que tarde o temprano tendré que volver a la libreta, escrutarla, corregirla y, como hago ahora mismo, pasarla diligentemente al ordenador que se convertirá en el medio para llegar a vosotros, los lectores, si es que todavía estáis leyendo, si es que he conseguido escribir para ustedes (ellos) y no estoy escribiendo otra vez para mí.

Para mí, escribir, lo que se dice escribir, es fácil. Lo difícil, lo realmente difícil, y que me (nos) quita el sueño, es plasmar en ese escrito todo lo que pasa por la cabeza, pero no lo que pasa, sino una pintura, una síntesis fina y abstracta de lo que pasa. Encontrar esa chispa es el verdadero desafío para lo que todos nuestros métodos se preparan, pero pocas veces lo consiguen.

El método, muchas veces, surge ante la imposibilidad de crear. No solo como un método para escribir mejor, o con más consistencia, sino como un pedido de ayuda desesperada ante la imposibilidad de escribir, de crear… Cuando uno se encuentra así, estancado, se recurre al método, no ya como mejora o proceso creativo, sino como único camino para salir del largo bache de la no-creación. El método se convierte así en el sendero para poner la primera frase, para abrir el abanico de posibilidades, para agarrarse de ese comienzo precipitado e ir avanzando hacia la creación.

Hasta hoy, considero que uno mismo es el mejor método posible. Me voy a explicar. Se trata de encontrar el punto justo de motivación emocional, de delirio. Es recomendable estar enamorado, o, mejor, en una crisis amorosa o frente a un amor no correspondido. Cuando se alcanza un alto grado de frustración, de tristeza propia, es cuando la sensibilidad es capaz de llegar más lejos, más profundo, y conectar allí, en ese punto misterioso, pero real, con el prójimo. Creo que si el método es uno mismo, es necesaria esa crisis individual (y ayuda, por qué no, una crisis colectiva como la actual), para crear un texto brillante.

Pero la crisis no alcanza por sí sola, antes hay que preparar a ese escritor, tendrá que estudiar, leer y escribir mucho, encerrado en una piecita de Buenos Aires, una biblioteca de México, o un barcito de Madrid. Tendrá que escribir mucho y mal para llegar a escribir poco y bien; y detrás de ese periplo, después de años de frustraciones, cuando la vida te dé uno de esos reveses que siempre tiene preparados a la vuelta de la esquina, hacé el bolsito, venite a Mar del Plata, poné los pies en el agua, escuchá las olas, y escribí, escribí, escribí… yo te leo después.~