El regolito

Un cuento de Mariana Ruiz-Gonzalez


 

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EL REFLEJO DE los primeros marcianos sobre el canal de agua y los destellos violetas que enmarcaron el rostro de los nuevos fundadores de aquella ciudad muerta, es ahora un espejismo. Michael pensaba mucho en esa imagen y en la promesa de su padre: el picnic de un millón de años.

La magnificencia de la ciudad silente era un recuerdo que lo lastimaba. Hace 38 veranos que explotaron el cohete con el que llegaron de la Tierra, su padre dijo que era la única manera de escapar de la guerra, pero su hermano había dicho que era un juego.

Al final llegaron más marcianos, todos querían ser parte del juego, todos querían su propia ciudad muerta. Todos al llegar habían contemplado su reflejo en la corriente del canal y observaron ese rostro fundacional; ahora los reflejos son ilusiones ópticas en la reseca corteza de aquel lugar donde alguna vez hubo agua.

2015

Dejé el periódico para mirar al cielo. El hombre ya había conquistado la Luna, y ahora seguía Marte. Las pruebas de Curiosity eran contundentes y los científicos lo afirmaban, «Nuestros resultados constatan que había agua». No podía ser más que verdad, aunque en el artículo sí utilizaban la palabra «hipotéticamente», pero hay fotografías y eso lo confirma.

No podía quitarme la idea de vida en el planeta rojo. Los marcianos, tal vez, de tez parda y de ojos amarillos nos darían la bienvenida a un lugar donde el calentamiento global no existe, no podría es demasiado frío. Pero bueno todo es hipotético, no deja de ser un supuesto con pruebas, claro, las fotos, el robot…

El hombre cogió de nuevo el periódico, había pasado de la noticia de portada a los deportes. Al parecer la posibilidad de agua en Marte era más interesante que las protestas, los acercamientos entre gobiernos casi enemigos, o una que otra muerte y desaparición; pero en fin el hombre descubrió agua en Marte o al menos eso dicen los expertos.

1999

En su bella casa de cristal, Ylla inhalaba los fragmentos salados de lo que había sido un mar. Eran fragmentos insípidos, casi nulos por el aire viciado del hervor de las arenas y su infinita esencia a muerte. A lo lejos pudo divisar un reflejo, una silueta en blancos; parecía el hombre del sueño de hace unas noches. La figura seguía acercándose y no pudo con la curiosidad. En esta ocasión no le avisó al Sr. K, simplemente bajó por la colina a su encuentro.

El esposo la miraba desde la terraza, comía una fruta dorada mientras ella caía de rodillas y comenzó a escarbar en la tierra.

La soledad de Ylla nubló su juicio,  y tras destrozar el regolito que guardaba los fragmentos salados, su cuerpo fue devorado por la cera amarilla de la arena y su mente se aferró al espejismo de aquel hombre que con un beso selló la promesa de llevarla al planeta azul.~