Las preguntas equivocadas | blog Mundial Brasil 2014


Hice el ejercicio de contar las llegadas (importantes o no) de la selección mexicana y de la holandesa durante el partido. Trece de los verdes, once de los naranjas. La maquinita verde volvió a empezar bien, deshaciendo futbol durante los primeros minutos, aguantando a Robben, desapareciendo a Van Persie, compitiendo con un Snejider que fue muy superior que los demás jugadores en la cancha durante todo el partido (salvo, quizá, que Ochoa una vez más). Y fueron y fueron y fueron. En el primer tiempo Holanda sólo llegó una vez, derribaron a Robben con una patada tan clara y tan fuerte, que Moreno terminó fracturado. No se marcó el penal.

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FIFAWorldCup: @onsoranje Memphis Depay has advanced his claims to the #WorldCup Hyundai Young Player

Salieron del descanso a partirse la madre otra vez. Y al fin lo consiguieron, gol de Gio, gritos, sombrerazos, pura felicidad.

A partir de ese momento, la mentalidad ganadora, de hierro, desapareció. Quizás porque ya iban ganando y pensaron que ya no la necesitaban. Después del gol de Gio hubo sólo una llegada de México y diez de Holanda.

El final lo vimos todos: un penal dudoso.

El problema está en pensar que ese penal fue el que nos dejó fuera: ya estábamos fuera desde que cayó el empate. Quizás desde antes, cuando los mediocampistas decidieron echarse atrás y los defensas se quedaron a vivir en su propia área. Creo que Valdano fue el que dijo que la pelota es perezosa y se mete al arco que le queda más cerca. Es verdad.

Nos quedamos en octavos, como desde ya hace seis mundiales. Y es que la selección mexicana siempre llega a la copa llena de dudas, casi siempre con técnicos que llevan apenas meses al frente del equipo (o días) y, como lo dije en la primera entrada que hice en este blog mundialista, si las cosas se siguen haciendo igual, los resultados seguirán siendo los mismos.

La pregunta no debe ser ¿por qué el árbitro marcó ese penal?, sino ¿por qué no fuimos a anotar el segundo? Los partidos de Alemania, por ejemplo, cuando se rompen –aunque sea durante cinco minutos— a favor de los suyos, terminan casi siempre en goleada. La actitud es otra: el triunfo cuesta trabajo absoluto, no parcial. Quizás es el miedo a ganar, quizás es simple impotencia, quizás el techo del futbol mexicano es el lugar número nueve. No lo sé.

Perder un partido es normal. Lo que no es normal es la falta de reflexión. ¿Por qué se perdió? Esa es la cuestión. El árbitro siempre fallará, los rivales duros siempre llegarán en la segunda ronda, los delanteros (propios y ajenos) siempre se tirarán en el área. La respuesta a la pregunta no está ahí y, mientras no lo entendamos, seguiremos chocando con exactamente el mismo muro.~