80P1VM/16: Dormir en un monasterio Budista en Koyasan

#post_80P1VM/16 de 80 en 1 vuelta al mundo, de Humberto Bedolla

 

ESO DE DORMIR en un monasterio es una turistada que no merece la pena. En Japón he visto que el Budismo tiene una filosofía más sencilla, menos ritual, y son mucho más prácticos en tiempos modernos… así que podía ser interesante. En las “Experiencias imprescindibles en Japón”, de la Lonely Planet, está dormir en un monasterio budista Shingon en Koyasan, que es uno de los lugares más sagrados para los budistas en Japón. La onda es pagar un montón de dinero por dormir en un monasterio junto con los monjes, despertar temprano para ir una ceremonia, a las 7:00 am, y después desayunar la especialidad que es una comida vegetariana. A mí lo único que me llama la atención es la comida.

Y aquí estoy, a las 8:30 de la noche, en un monasterio que más parece un hotel 4 estrellas, con una alfombra roja impoluta. Arancha ya duerme, en el cuarto más grande que nos ha tocado en Japón, con señal WiFi, ascensor y zona de fumadores. Y sí, es un monasterio. En Koyasan hay un montón que se dedican a dar “posada” por 100 euros la noche. Sí, son un montón. Es como un centro de retiro
espiritual de los del Opus, o cualquier otra rama católica, o cristiana. Koyasan comenzó con un templo en el siglo IX y se dice que su fundador, Kobo Daishi, lleva 1,000 años en un plano supremo de meditación a la espera de la llegada del Buda del futuro. El mausoleo está en un cementerio precioso, Okuno-in, que es Patrimonio de la Humanidad. Pero el pueblo se ha convertido en un lugar con decenas de templos con posadas, una universidad y una estación de tren dedicada. También es verdad que no hay más, una cuantas tiendas y restaurantes que cierran a las 5:00 pm y se acabó. Esto no es Fatima, Lourdes o La Villa con sus millones de fieles. Pero yo me esperaba todo más… austero. Místico, profundo.

Supongo que una noche no da para realmente conocer la vida de los monjes, y mucho menos saber más de la religión, pero la única iteración que hemos tenido hoy ha sido un tipo que pegó un grito cuando pregunté dónde podía hacer el check in, y ni siquiera sé si es monje. No me interesa profundizar en la religión, pero me llama y mucho, la vida de los monjes. Si voy a pagar por estar en un monasterio quiero poder hablar con un monje de túnica naranja y poder sobarle la cabeza rapada y que sonría. Que me de consejo y termine las frases llamándome “pequeño saltamontes”. Que me invite del sake casero que hacen y tener charlas profundas, resolver dudas: “¿Te matas a pajas?”, y que me conteste. Quiero terminar el día meditando y lanzando “Ommsss” a media noche mientras las luciérnagas se posan en mis hombros y los venados, conejos, ardillas, mariposas y lobos de la selva viene a dormir bajo nuestra letanía. Y no un hotel sin más.

El camino de 2 kms. por el cementerio hasta el mausoleo de ha valido la pena. Y es que para mí, para meditar es mejor una caminata que una sesión donde tengo que cruzarme de piernas y fingir que en media hora voy a meditar. No voy a decir nada que no haya dicho ya Whitman (y tengo pendiente un ensayo de Rebecca Solnit al que le traigo muchas ganas), pero no por nada rutas como El Camino de Santiago son populares. Al caminar, en algún momento algo hace click. En Japón hemos hecho varias: El camino de postas de Magome o el Camino al Daibutsu de Kamakura.

Mañana toca madrugar, meditar al estilo budista en la ceremonia matutina, Hondo, que espero no sea como la rama zen, y desayunar. La turistada del monasterio nos la podíamos ahorrar.~